Sebastian
Sebastian paseaba su mirada alrededor de la mesa, en donde los cinco
hombres elegidos para acompañar a la muchacha en su viaje, esperaban ansiosos.
Estaba claro que todos eran personas capacitadas y formadas para su proceder,
pero había un par de ellos que no les gustaba, pero quién era para criticar;
muchas de las miradas se posaban en él con escepticismo, algo a lo que se había
acostumbrado, montando una fuerte coraza; quizás por eso, era que pensaban que
era un ser frío y sin piedad; qué más daba.
La puerta se abrió, dos figuras, irremediablemente reconocibles, surgieron
tras ella. Los cinco habían girado sus cabezas, al igual que él, la única
diferencia, era que sabía cómo era el rostro que esculcaban.
Se incorporaron de sus asientos, con una leve reverencia de respeto.
- Bien, señores, por favor, siéntense.- les habló Adams, era el señor de la
casa, su imponente mirada y porte majestuoso, lo decían a distancia. Tomé el
asiento más lejano, pero de mejor visión hacia ella.- Veo que ya estamos
todos.- Los miró uno a uno, terminando su mirada en mí sin expresión alguna,
desviándola al momento, posándola sobre su hija.- Todos sabéis el motivo de
esta congregación. El momento ha llegado, - miró a alguien que yacía al fondo,
al que sólo yo había conseguido percibir que estaba en la sala de hacía un
rato, sumergido entre las sombras de las cortinas y la pared.- Seamus ha tenido
la amabilidad de darnos el aviso, perdonar que haya sido tan repentino.
Isabella, que permanecía tras su padre, con un sencillo y ligero atuendo
para el tiempo meteorológico que hacía en el exterior, se acercó en silencio
por detrás. Adams alejó la silla que tenía a mano, indicándole con un gesto que
se sentara. Ella lo hizo, mirando a su alrededor, sin perder la compostura,
serena y bella, con sus rizos cobrizos bailando en su suave movimiento.
Paré su mirada retándola, sus ojos verdes se atuvieron a los míos, le
sonreí perspicaz y seguro de mí mismo, hasta que ella se vio obligada a desviar
su mirar y escuchar lo que su padre estaba a punto de decir:
- Seamus ha visto dónde se abrirá el portal.- el aludido se aproximaba
hacia la mesa despacio, marcando sus pasos.- La cuenta atrás ha comenzado, los
siete aún no se han reunido, pero no tardaran en hacerlo; debéis hallarlo y
cerrarlo antes de que ellos se reúnan y lo encuentren.- suspiró fijando
momentáneamente su vista en mí, le devolví una mirada seria, qué culpa tenía yo
de ser lo que era.- He de decir que los siete no tienen ninguna clase de
piedad, y menos aún, por los humanos como nosotros, o de lo que medio somos.-
Noté cómo Isabella compungía su rostro preocupada, la observé callado
frunciendo el ceño levemente.- Sois los seis guardianes de la llave, los seis
hombres escogidos por el destino, vuestras marcas y gemas sobre la piel son la
prueba de ello.- Apoyó ambas manos sobre la mesa, dejándose caer.- Sé que no
será fácil, pero confío en vosotros, y en que mi hija, Isabella…- la llamó
mirándola sobrecogido.- vuestra llave y protegida; lleguéis a tiempo.- Volvió
su mirada enardecida a todos los caballeros presentes.- Ahora, Seamus, quiere
deciros algo.
El aludido, que vestía un hábito de monje marrón chocolate, se quitó la
capucha, del mismo color, descubriendo su rostro; su piel era pálida y con
ciertas arrugas, con una calvicie en la que se reflejaba la luz de la araña del
salón; levantó su mirada hacia los presentes, en una leve sonrisa de labios
finos y mirada elocuente de ojos grisáceos poblados de unas espesísimas pestañas
blancas y grises, en un rostro que revelaba una sabiduría sobrenatural.
- Hola,- saludó cordial en una voz algo profunda y respetuosa, que de tal
estatura, sorprendía.- mi nombre, como bien ha dicho el señor de la casa, es
Seamus.- se presentó e hizo una leve reverencia.- Soy lo que llamáis un
vidente.- Dicho esto, se alzó la manga derecha, y mostró una especie de tatuaje
en forma de tribal, vi asombrado que formaban tres ojos casi unidos por tres
aspas. La multitud lo miraron serios, creyéndole.- Tal como habéis pensado,
pertenezco a esta familia congregada, pero mi único fin, es el de aconsejar.-
Asentimos, si fuera un protector, como los seis que estábamos alrededor de la
mesa, tendría una gema de color sobre el dibujo.- El portal aparecerá en la
segunda noche de luna llena, bajo el manto de las estrellas y el reflejo del
doble sol.
- ¿Reflejo del doble sol?- Preguntó uno de los hombres de pelo castaño
oscuro con extrañeza.
Seamus asintió levemente.
- ¿Qué quiere eso decir? ¿No sabe dónde está?- preguntó otro de los
muchachos.
Seguro que sabía el dónde estaba, suspiré y miré disimulado a Isabella, que
prestaba total atención al sabio anciano; era extraño verla tan callada, ¿tanto
había cambiado? Me negué a mí mismo al ver como se mordía medio labio en un
gesto nervioso.
- Tendréis que viajar hacia las frías montañas del norte de Compagne.-
habló sin perturbarse por la pregunta del chico.- Hallar la gruta minera de
plata, y adentraros en ella.
Uno de los hombres, uno rubio de ojos azules, que parecía “el príncipe
Encantador”, rió mirándole con sorna.
- Eso es trampa, Seamus, todos saben que hay miles de agujeros mineros en
las montañas del norte de Compagne.
- Mi visión no da a más, pero debéis diferenciarla, cuando se la luna
llena, bajo el manto de estrellas y el reflejo del doble sol.- repitió.- No
olvidéis esto nunca, lo entenderéis cuando lleguéis a vuestro destino. - dicho
aquello, me miró solemne, luego a Isabella.- Y vos, muchacha, no podréis
escapar tampoco del vuestro. – vi como ella se encogía mirándome de reojo.
Adams expiró un largo suspiro, poniendo una mano sobre el hombro de su
hija. Su azul mirada de mar profundo, se oscureció en un semblante preocupado.
- Mañana por la mañana, prepararemos todo y miraremos la ruta.- habló
cabizbajo, obligándose tras un rato, a observar a los presentes.- Les sugiero
que descansen.
- Es un buen consejo, mi señor,- habló el enigmático monje.- porque a
partir de este momento, no tendréis noches tranquilas.
Me levanté de mi asiento, haciendo ademán de irme.
- Dormiremos de día, pues.- dije sarcástico.
Los hombres rieron negando. Pasé por delante de Seamus, que me sonreía la
broma, parándome un momento.
- Sólo ella podrá salvarte.- me dijo en voz baja.- No tientes a la suerte.
Lo miré sorprendido unos segundos hasta que el sonido de varias sillas me
hizo reaccionar. El anciano me dejó libre y caminé hacia la salida del salón,
sin antes vislumbrar a aquella mujer de ojos verdes, que me devolvió la mirada
sin pretensiones.
La puerta se cerró tras mis pasos, haciendo que retumbasen en el amplio
pasillo. Los hombres se esparcieron tomando sus abrigos, mientras Thomas, uno
de los mayordomos antiguos de la mansión, les atendía con lo necesario.
- Esa muchacha, Isabella, es realmente bonita.- oí que decían tras de mí.
Me volví en su dirección, para contemplar quién era el origen de tal
afirmación. “El príncipe Encantador”, cómo no.
- Ten cuidado, es tu protegida, y la hija de tu señor. No una cualquiera.-
Le avisé.
- Interesante, querido amigo.- me dijo con una sonrisa burlesca.- ¿Serán
los ciertos los rumores? - Me abstuve a contestar, no iba a darle el gusto.-
Oh, ya veo, no lo sabes, ¿cierto?- rió.- Nos veremos, ahora somos compañeros… y
protectores, también es tu protegida.- añadió divertido.
Terminó de ponerse su abrigo, Thomas se acercó dándole su paraguas sin
miramiento alguno.
- Buenas noches, señor.- le habló el mayordomo.
El rubiales me hizo un leve gesto de despedida y caminó hacia delante
acompañado de cerca por otro de los sirvientes.
- ¿Le preparo algo, señor?- me habló Thomas.
Le sonreí leve.
- Un whisky con hielo, por favor, pero lo tomaré en la biblioteca, aún
tengo que informarme de unos asuntos.- le dije amablemente.
Thomas asintió retirándose.
Un relámpago atrajo mi atención hacia una de las ventanas, la lluvia no
tardó en caer con fuerza golpeando con furia el cristal. Sólo las noches
tormentosas como aquella, me hacían memorar lo que realmente era y que no
quería ser, pero quizás, y sólo quizás, por aquello, había sido elegido
guardián por el caprichoso destino.
Encabecé mi marcha hacia la sala de libros, perdido en mis pensamientos de
antaño, cuando la señora de la casa vivía, cuando MI MADRE, vivía.
Selena había sido una mujer maravillosa, que no había hecho nada que no
quisiera hacer, se dejaba guiar por su increíble poder, el cual, había heredado
su hija; aunque no creía que me hubiese acogido y enseñado, sólo por su poder,
ella era bondadosa por naturaleza, su propio corazón, era bueno, fue la única
persona que vio algo en mí sin dejarse llevar por las apariencias.
Entré en la biblioteca, repleta de todo tipo de libros, dividida en dos
plantas. Subí la escalera de caracol que las unía, buscando mi rincón
preferido, junto al ventanal redondo, donde sobre una pequeña mesa, esperaba mi
whisky con hielo.
Busqué el libro que tenía en mente, contando las estanterías hasta lograr
dar con él, sacándolo de su prisión.
- Veo que aún te gusta leer en ese lugar.
Su voz, reconocible para mí, en cualquier lugar. No era justamente lo que
esperaba; ¿desde cuándo aquella niña se había vuelto tan valiente como para
enfrentarse a mí en una sutil conversación? Debía estar imaginándolo. Me asomé
quedándome estupefacto al ver como ella subía los escalones, con sus rizos en
vaivén.
- Es algo extraño tenerte por aquí.- le hablé aún perplejo.
Sus ojos se elevaron hasta los míos, la conexión que sentía hacia ella se
hizo impotente. Retuve mis instintos una vez más, no quería aterrorizarla como
la última vez, más aún, si había sido ella la que había dado pie para venir
hasta ahí.
- Este sitio no ha cambiado nada.- dijo son su suave voz dando vueltas en
el piso, mirando a su alrededor.- Incluso el cuadro de mi madre aún reside en
el centro. – Seguí su mirada, viendo aquél retrato de Selena, tan parecido y
diferente a la vez, de ella.- Mi madre… era hermosa, ¿verdad?
- Lo era, en toda su expresión.- no podía negarlo, era como ella, sólo que
por Selena, no sentía tales impulsos como con Isabella.- Ejem… - carraspeé.-
Creí que no querías volver a verme.
Ella suspiró largamente, dejándose caer en la balaustrada de madera,
observando aún el cuadro.
- Voy a tener que acostumbrarme, aunque no quiera. Siempre cumplo todo lo
que prometo. Y esto, no será una excepción.- Me miró seria, como desafiándome.-
He tomado una decisión.
Esa frase, me hizo hacer una mueca de autosuficiencia.
- ¿Una decisión, y me concierne?
- Completamente.- aseguró Isabella.
Sonreí cruzándome de brazos.
- ¿Y qué es?
- No voy a huir de ti.- dijo solemne.
- Je.- la miré de arriba abajo, estudiándola avasalladoramente, noté como
intentaba guardar la calma.
La atrapé entre mis brazos, dejándolos caer en la baranda. Sentí su
respiración comenzando a agitarse, pero aún sosteniendo su rostro en el mismo
semblante de reto.
- Creo que es una buena decisión.- le hablé con picardía, aproximándome más
a ella, a sus labios rosados y perfectos, que parecían gritar llamando a los
míos.
Su nerviosismo se hizo presente, mordiéndose su labio inferior, igual que
en la reunión.
- Para.- me dijo en un tono medio, que nada tenía que ver con su seguridad
de anterior.
- Dijiste que no ibas a huir.- le recordé irónico.- ¿Has cambiado de
opinión?
Isabella tragó saliva, moviéndose levemente inquieta, sin perderme de
vista, alerta a todos mis movimientos.
Cerró los ojos entonces, pareció contar hasta tres, y los abrió, sorprendiéndome
con su valentía hacia mí.
- Y no voy a hacerlo.- dijo con ademán.- Pero no voy a darte el gusto de
hacer lo que quieras conmigo. Yo soy la dueña de mi destino, y voy a
demostrarlo.
Apartó mi brazo derecho, escapando de mi cárcel. La paré a tiempo antes de
que bajara las escaleras.
- Estaré esperándote, tal como has dicho, no huirás de mí, Isabella.- le
dije sosteniendo su verde y límpida mirada.
El tiempo se paró en esos segundos, hasta que un relámpago meció la noche
de nuevo, seguido de un trueno. Las luces parpadearon; la solté alejándome y me
volví hacia mi tarea oyendo de fondo los apresurado paso de esa niña que se
había vuelto una mujer, hermosa, valiente… y mía. Sonreí abriendo el libro.
6 Comentários:
¡Wow! Un capìtulo excelente, Aurora. Muy interesante y con buena intriga para continuar.
Cariños
Oh, Gracias mil, Mimi. Me alegra que te haya gustado; pensé que sería interesante jugar con la tercera y la primera persona. Por eso que haya tomado el personaje de Sebastian, en otra ocasión podría ser Isabella, o ambos. ¿Qué dices?
En fin, viniendo este comentario de ti, es todo un halago, ya que fuiste la ganadora del primer capitulo. Un besaso enorme guapisima. Gracias. ^_^
Aurora, escribir es algo maravilloso, tú lo sabes tanto o más que yo, y hacer algo en conjunto es todo un desafío.
La idea de escribir desde varios puntos de vista es interesante, de hecho yo lo estoy haciendo con una de mis novelas y he tenido buenas crìticas al respecto.
Asì que resultará todo un desafìo hacerlo cuando intervienen tantas y tan buenas escritoras.
Por otro lado, tú eres quien me halaga con tu comentario, porque escribes muy, pero que muy bien y que lo mìo haya resultado ganador es algo que todavía me cuesta creer.
Veremos qué resulta de esta novela, la cual creo que se va a poner la mar de interesante. Cariños.
Pues Aurora a mí me ha gustado un montón ver el punto de vista de este hombre que tantos quebraderos de cabeza nos va a traer jeje me gusta mucho :D besitos!!
Gracias Bárbara!!!! Eres un amor, preciosa.
Un capítulo que deja muchas puertas abiertas y mucha intriga. Estoy con las demás en que narrar en dos puntos de vista es muy enriquecedor para la historia. Besos!!
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