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Capítulo 1. Bárbara

            Había llegado la hora de enfrentarse a su triste destino. El pueblo donde vivía la había elegido para acudir a la gran mansión como sacrificio para que el resto de las gentes pudiesen vivir sin temor alguno.
            En aquella mansión, decían los mayores del lugar, vivía un hombre que nunca envejecía y que tenía aterrorizados a todos los lugareños. Desaparecían personas sin saber muy bien la razón y nunca volvían a aparecer pero un día entre varias personas decidieron ofrecer a alguien como sacrificio y así no tener que sufrir la pérdida de un ser querido.
            Lizbeth al no tener familia y ser una chica de la calle, fue la elegida para acudir a la enorme mansión. Nadie la reclamaría.
            Entre varias mujeres, la asearon ya que al vivir en la calle tenía el pelo enmarañado y la piel cubierta de suciedad. La peinaron para que su larga cabellera negra quedara perfecta, le hicieron dos pequeñas trenzas en las sienes que unieron por detrás para despejarle la cara de color pálido en la que destacaban sus ojos de color azul cobalto y sus hermosos labios rojos.
            La vistieron con un hermoso vestido blanco que dejaba sus hombros al descubierto aunque sus mangas eran largas para el frío.  En su cintura ciñeron un cinturón rojo, le pusieron unos zapatos a juego y la perfumaron para que oliese a lavanda.
            La llevaron ante un espejo de cuerpo entero para que se viese y unas tristes lágrimas escaparon de sus ojos, para una vez que estaba hermosa y limpia era para ser entregada a un desconocido del que se decían miles de cosas y nada era bueno.
            -¿Por qué yo?- preguntó a las mujeres pero no obtuvo respuesta alguna.
            Las mujeres siguieron con su tarea de dejarla lo más presentable posible aunque la miraba con tristeza, a pesar de ser una chica que se había criado en la calle, muchas de ellas le habían ayudado alguna que otra vez dándole incluso un plato de comida cuando la pobre no conseguía dinero para comer aún haciendo de las más arduas tareas.
            Nunca se había quejado de la vida que había tenido que vivir después de que su madre muriese cuando ella apenas tenía cinco añitos para que ahora su propio pueblo la traicionara de esta manera tan cruel.
            Una vez estuvo lista, salió al exterior donde todo el pueblo esperaba su salida y así despedirse de ella. La joven no quería ver a nadie pero no le quedó más remedio que soportar las palabras de ánimo que todos le daban.
            “Son todos unos cínicos, me eligen como sacrificio y aún así se despiden de mí”, pensaba la joven amargamente. Una carreta la esperaba al final del pueblo en donde ya estaba montado el viejo Stevens, un viejo encorvado con poco pelo de color cano y ojos gris pizarra, que sería el encargado de abandonarla a su suerte.
            Antes de subirse, una de las mujeres la cubrió con una capa y una capucha que ocultaba su rostro por lo que nadie podría ver las tristes lágrimas que saldrían de los bellos ojos de Lizbeth cuando se alejara poco a poco del que había sido su hogar.
            Al ponerse en camino, la joven comenzó a sollozar sin poder evitarlo por lo que el viejo Stevens intentó consolarla.
            -No llores, niña.
            -¿Cómo quiere que no llore? Me han entregado como un animal al matadero, como si no valiese nada, aunque viviese en la calle me he criado con muchos de ellos, jamás pensé que me traicionarían de esta forma. Ni siquiera Fred salió en mi defensa cuando se eligió a la persona que iba a ir a la mansión- dijo llevándose una mano al corazón, aquella traición había sido la peor de todas y más sabiendo él lo que ella sentía.
            -Fred es un imbécil que nunca supo apreciar lo que sentías por él. Quizás en esa mansión encuentres una vida mejor, sinceramente nunca me he creído las historias que se cuentan en el pueblo del dueño de la mansión.
            -¿Y qué me dice de las desapariciones?
            -Bah, eso son bobadas, todas las chicas que desaparecieron se fueron por propia voluntad.
            -No quiero ir a ese lugar, quiero volver al pueblo.
            -Ya es tarde para eso- dijo mirando al frente.
            La joven levantó la mirada para ver la mansión de piedra oscura que se mostraba ante ella. Una enorme estructura de dos plantas con algunas torres repartidas, como un castillo antiguo más que una mansión. La hierba que crecía en el jardín estaba descuidada como si nadie lo hubiese tocado en años, a un lado del camino había una fuente de la que no salía agua alguna y parte de la estructura estaba rota.
            Era todo tan tétrico que la joven tembló de miedo ante la que se le avecinaba. Cerró las manos en puños agarrando entre estos la falda del vestido.
            Entonces Stevens se detuvo ante la puerta.
            -Hemos llegado, pequeña Lizbeth.
            -No… no quiero bajar… por favor, Stevens, ayúdame.
            -Sabes que no puedo, te están esperando ahí- dijo el viejo con una profunda tristeza- yo me opuse a esto pero la mayoría eligió, no puedo hacer nada.
            La joven bajó la cabeza resignada y se bajó de la carreta.
            -Te echaré de menos…- dijo Lizbeth aguantando las ganas de llorar- a ti y a todo el pueblo que a pesar de esta traición siempre me trataron bien, díselo a todo el mundo por favor.
            -Lo haré- dijo el viejo Stevens- mucha suerte.
            El viejo se marchó dejando a la joven sola de frente a las puertas dobles de la entrada. Unas puertas de madera oscura como toda la casa. Se acercó lentamente y golpeó la puerta con la aldaba de una de ellas en forma de cabeza de dragón. Esperó con la cabeza gacha a que abriesen la puerta.
            Cuando se abrió, un hombre alto, delgaducho, pelo cano y nariz aguileña la miró.
            -¿Qué desea?
            -Vengo del pueblo, soy la chica que el señor de esta mansión está esperando- dijo la joven en un susurro y la cabeza gacha.
            -Pase y sígame.
            La joven entró en la mansión y siguió silenciosamente al hombre que la llevó hasta un enorme salón que se encontraba en penumbra, iluminado únicamente por una pequeña llama que salía de la chimenea.
            Sin decir nada más, el hombre salió dejándola sola para poder observar todo fijamente. El salón estaba compuesto por varios sillones junto con algunas mesitas pequeñas, jarrones llenaban las esquinas pero estaban vacías, no había ni una sola flor que diese vida a aquel lugar. Los cuadros colgados en las paredes le producían mucho respeto porque casi todos eran retratos de personas que parecían mirarla con mala cara como si no fuese bien recibida.
            De repente la puerta se abrió y Lizbeth se quedó quieta en el sitio, es decir, de espaldas a la puerta.
            -Veo que ya ha llegado la joven que me dijeron que me mandarían.
            Aquella voz produjo escalofríos en la joven que procuró no salir corriendo. Ese hombre era el dueño de la mansión. Oyó sus pasos acercarse lentamente hasta donde ella se encontraba. Al tener la cabeza gacha solo pudo ver unas botas negras bien limpias y parte de un pantalón oscuro.
            -Aquí estoy…- logró decir Lizbeth con voz temblorosa.
            -Me gustaría ver tu rostro… me gustaría saber cómo es la joven que me han mandado ya que he oído que es una pequeña vagabunda que no tiene donde caerse muerta.
            -Si tanto le importa el que haya sido una vagabunda puedo irme, no necesito que alguien como usted me insulte de esta forma- dijo la joven dolida por el mal trato de aquel hombre que no la conocía de nada.
            Se giró para marcharse pero aquel hombre la agarró del brazo de forma brutal y la giró hacia él lo que consiguió que cayera la capucha de ella y se miraron fijamente a los ojos. Los de ella azul cobalto y lo de él tan negros como la mismísima noche.
            -No te atrevas a salir por esa puerta, pequeña vagabunda.
            -Suélteme, por favor- dijo la joven aterrorizada- me hace daño.
            El hombre miró el rostro de Lizbeth y quedó asombrado por la belleza que desprendía la joven. En cambio, ella lo miró con terror, tres terribles cicatrices recorrían su rostro desde la sien hasta rozar la comisura de su labio.
            -Te soltaré si no te vas, ahora me perteneces y no te voy a dejar ir tan fácilmente.
            -No quiero quedarme aquí, ¡quiero irme!- chilló la joven forcejeando, asustada.
            -¡He dicho que no te vas!
            La joven lo golpeó con fuerza en la mejilla lo que hizo que la rabia creciera en el interior del hombre que sin decir nada más la arrastró fuera del salón subiendo varias escaleras hasta llegar a una de las torres. Abrió la puerta y la empujó dentro haciéndola caer al suelo.
            -Tú no te vas a ir de aquí de ninguna de las maneras porque eres mía ¿Entendiste? ¡Mía!- dicho esto cerró la puerta de la habitación con llave dejándola sola.
            Lizbeth se levantó corriendo para intentar abrir la puerta pero le resultó imposible, golpeó hasta la saciedad gritando que la sacaran pero nadie parecía hacerle caso. Cayó al suelo de rodillas y comenzó a llorar desconsoladamente.

16 Comentários:

Mercedes Palmer dijo...

Bien!! ya tenemos un primer capitulo. Es una trama interesante :)

Unknown dijo...

Me recuerda un poco a "La bella y la bestia" jeje. Como dijo Mercedes, está muy interesante. Creo que se le puede sacar bastante jugo...

Unknown dijo...

Genial, ¿se llegará a enamorar de aquel hombre? jeje. Bueno, te quedó súper. :D

Raquel Campos dijo...

Me parece una trama interesante que puede conseguir ser una gran historia.
Un saludo!

Dolores Dominguez dijo...

Un primer capítulo interesante, pero me da pena la chica.

Bárbara dijo...

Gracias a todas por vuestros comentarios, estoy deseando leer los vuestros para así ver qué se os ha ocurrido un besito para todas :D

Unknown dijo...

Hola Bárbara, me ha encantado, y como te han dicho por ahí, pensé en la bella y la bestia, sobre todo cuando describiste ese mal genio del dueño de la mansión y su rostro de cicatrices. También veo una buena trama con la que sacar provecho... Un beso enorme.

Bárbara dijo...

Pues ahora que lo decís sí que tiene certo parecido la verdad, el subconsciente seguro jejeje me alegra saber que te gusta :D un besito!!

ÁNGEL V. dijo...

Me gusta muchoooo!!! Y ese hombre rudo, fuerte, de profundos ojos negros y con esas cicatrices.... Qué morbo chica... Increible en los detalles y en la decrioción de todo... Genial.
Muchas posibilidades... La cosa se complica...

Bárbara dijo...

Un morbo impresionante jejeje me alegra saber que te gusta un besito :D

Martín Lexequías dijo...

Me ha gustado este capítulo. Se ve bien construido, logra provocar intriga en el lector.

Saludos.

Mimi Romanz dijo...

Interesante, Bárbara.

Bárbara dijo...

Me alegra saber que os ha gustado, un beso! :D

J.P. Alexander dijo...

me encanto recién pude leerla

Bárbara dijo...

me alegro que te gustara :D un besito!!

Bárbara dijo...

me alegro que te gustara :D un besito!!

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